Nunca será suficiente el que nos cuenten una y otra vez lo que pasó. Es necesario. Hay que conocer la verdad, por muy cruenta que esta sea. Hay que incidir e insistir en unos hechos que algunos se empeñan en seguir ocultando, porque saben que estuvo mal, que eran actos criminales y asesinos. No tiene la excusa ni sirve el alegato de que se estaba en una guerra. No nos vale tampoco el “y tú más”, y que todos, fuera del bando que fueran, hicieron lo mismo. No, porque los vencedores no mostraron piedad alguna. Hay que seguir destapando estas vergüenzas, y recordando, refrescando esa memoria con testimonios personales, reales, verídicos, por muy escabrosos que sean. Ya no vale el silencio. Ese silencio que uno se autoimponía por miedo y porque, en algunos casos, tampoco les creerían.
Las peladas. Ese era el mal menor. Que les rasuraran al cero sus preciadas melenas. Aunque llevaba una carga de mofa y escarnio considerable. Pero si solo hubiese sido eso… Pero no, hubo que torturar, vejar, violar, reírse, despreciar,… para acabar matando en muchos casos. Y de eso siempre quedan secuelas. Es imposible no tenerlas.